Las ninfas son antiguas deidades
menores que habitaban en la naturaleza. Son consideradas como una representación
de la fertilidad y vida en ríos, lagos, montañas, bosques y florestas[1].
A diferencia de otros seres, como ondinas o sirenas, las ninfas se presentan como
mujeres de apariencia normal. Existen varios tipos de ninfas dependiendo de su vinculación
con distintos enclaves naturales.
Por un lado, se encuentran aquellas
relacionadas con las aguas:
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Oceánides Eran
las ninfas de los océanos e hijas de los titanes Océano y Tetis, emparentadas
con los oceánidas o dioses fluviales.
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Náyades de
las fuentes de agua dulce. Habitaban en pozos, fuentes, arroyuelos, manantiales
y cualquier surtidero de agua de la tierra. Éstas a su vez se clasificaban por el
tipo de fuente de agua en la que aparecían, como las náyades de los
arroyos, las creneas de las fuentes[2],
las heleades de las pantanos y
marismas, las Limnades de lagos y lagunas,
las pegeas de manantiales y las potámides de los ríos.
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Nereidas eran
las ninfas del Mar Mediterráneo, cincuenta hijas de Nereo y Doris en el
Ponto y hermanas de Nerites, según Hesíodo. Se les dedicaban bosques sagrados y altares
en la costa con el objetivo de garantizar travesías tranquilas y seguras.
Las relacionadas
con la naturaleza:
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Oréades, orestiades
u oreia son ninfas de los montes y
sus grutas, entre las que estaría Melisa.
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Ailoníades, son
las ninfas de los valles.
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Napeas son
ninfas que habitan los bosques, valles, montañas o cañadas. Entre las mismas se
encuentran las oréadas en cumbres montañosas, las melíades en fresnos, las
dríadas en encinares y las hamadríades.
Las que habitaban en los árboles:
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Melíades o Melias
son las ninfas de los fresnos. Hijas de Urano y Gea.
Se las considera como las ninfas más antiguas.
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Dríades y dríades alseides eran las ninfas de las selvas,
bosques en general, praderas salvajes y las florestas. Se dice que surgieron del
árbol de las Hespérides.
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Hamadríades eran
las ninfas de los bosques que nacían y morían con cada uno de los árboles.
Otras serían las relacionadas con
otros accidentes de la naturaleza como las auloníades de los pastos de
montaña y otras específicas de determinados lugares.
Relacionadas con el aire:
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Sílfides. Espíritus elementales y ninfas del aire en
relación con los dioses clásicos de los vientos. Son mencionadas en la obra de
Paracelso por lo que quizá no tengan soporte mitológico antiguo.
En época romana abundaron los
númenes acuáticos o ninfas que habitaban en fuentes y cursos de agua. En estas
fuentes (algunas de aguas termales) se dedicaron aras o altares a las ninfas, por
sus propiedades salutíferas que disfrutaron los ciudadanos hispanorromanos si
bien se sabe que existieron baños termales de uso anterior a la invasión romana.
En León se
situaban las ninfas del Robledal o ninfas de la fuente del
Amevcni[3] en Navatejera, donde se dedicó un ara votiva por parte de la Legio VII. En Sevilla se halla
una Dominae ninfae y en Cáceres se encuentran las Ninphys Caparensibus, en Baños de Montemayor. Otros de los ninfeos conocidos en España
y Portugal se encuentran el de Santa Eulalia de Bóveda, en Lugo; las Nymphae
Fontis Amechi, en León; las Nymphae
Varcilense, en Valtierra; las Nymphae
Castecae, en Barrosa, al norte de Portugal; las Nimphis
Silon y las Nymphae Tanitacuae, en
Orense; las Nymphae Lapianae, cerca de
Guimaraes y las ninfas de Niencebas.
Durante la Edad Media, se asoció a las dríades y ninfas de los
bosques y el campo con la diosa Diana, conociéndose desde entonces como Dianas. Lo afirma así Macrobio en su Saturnales. Finalmente, su nombre derivaría o serviría para designar
a las xanas, janas y anjanas, mientras que en las fuentes de agua se
las sigue considerando como ninfas. Según San Martín Dumiense:
Muchos
de estos demonios expulsados de la gloria que aún presiden en el mar, ríos, fuentes
y selvas, a los cuales los hombres ignorantes que no conocen a Dios les hacen sacrificios.
En el mar adoran a Neptuno;
en los ríos a las lamias; en las fuentes a las ninfas y en las selvas a Dianas.[4]
Como apoyo a estos planteamientos
tenemos lo dicho por Sebastián de Covarrubias, quien identifica a las
hadas y mujeres encantadas con las antiguas ninfas. Si bien en muchas ocasiones
las características de unas se confunden con las de las otras y a su vez se
añaden elementos medievales y posteriores, lo que hace difícil seguir la pista
de sus orígenes. Teniendo en cuenta todos estos testimonios, puede establecerse
una equivalencia entre las antiguas deidades de la naturaleza de la Edad
Antigua y el Medievo con los seres mitológicos populares de hoy en día.